Las personas, muchas veces, no podemos predecir los actos que marcarán nuestras vidas. Sí podemos tratar de manejarlos de manera que sus efectos beneficios se vean multiplicados y si son nocivos, tratar que nos afecten los menos posible. Así, con esta consideración, hace aproximadamente un año y medio, de repente me encontré sin trabajo y sin casa. Y es literal cuando digo que esto ocurrió de un día para el otro. Quedarse sin trabajo a los 50 años va mucho más allá de lo anecdótico… ¡es toda una complicación!

Lógicamente, apelé a mi “experiencia” y comencé a mandar currículums a diestra y siniestra. En ese momento mis disponibilidades tecnológicas se reducían a una Tablet – muy buena, pero Tablet al fin – y nada más. Cada día era una ceremonia de buscar avisos y mandar correos. Los resultados de tanto esfuerzo se vieron al cabo de un mes: 253 currículums enviados y ninguna respuesta… hasta llegué a repasar cientos de veces si el teléfono y el correo estaban bien colocados.

Al poco tiempo comencé a sentirme seducido por la posibilidad de hacerme millonario contestando encuestas, por supuesto cuando llegaba el momento de “adquirir la guía mágica” que me transportaría por los caminos de la riqueza, desistía de poner mi tarjeta de crédito en sitios de “dudosa moral financiera”.

Cierto día, cuando la desesperación comenzaba a caminar a la par mía, me encuentro con un correo – en la solapa de promociones mi Gmail – que me invitaba a participar de una vídeo conferencia para conocer las “nuevas profesiones de internet”, a cargo de un tal Juan Martitegui. Reservé mi lugar y el día señalado me dispuse a gastar un poco de mi tiempo, en lo que pensé que sería otro timo, pero como la mayor abundancia con la que contaba era tiempo, no me preocupé.

A medida que transcurría la conferencia, mi cabeza trabajaba a mil por hora, pensando cómo no estaba al tanto de todo eso. Claro que cuando la conferencia terminó… había que hacer click y poner la tarjeta de crédito, algo que en ese momento me era, en términos prácticos, financieramente imposible. Pero el link y mi participación en la conferencia me habilitaban a descargar un Manuel del Teletrabajador, que leí con pasión cerca de 800 veces.

Comencé a leer de manera permanente el blog de VirtualiaNet y traté de profundizar en todo ebook que pude descargar de forma gratuita. A la par armé mi perfil en Workana. El primer mes, apliqué, apliqué y apliqué sin parar…el resultado fue mi casilla llena de mails diciendo que mi propuesta no había sido aceptada. El segundo mes, además de aplicar, me di cuenta que no tenía nada que exhibir a mis potenciales clientes que los pudiera seducir. Fui a la soga de tender la ropa, me colgué de los pies a la espera de que se me cayera una idea… y así fue, empecé a construir mi blog en WordPress, escribí todas las notas que pude, sobre todo lo que me gustaba: economía, cine política y turismo.

Durante todo este tiempo, una o dos veces al mes, terminaba en la página de VirtualiaNet para comprar el curso y cuando llegaba el momento de apretar “confirmar compra” un baño de realidad me atacaba y me colocaba en el lugar donde mi conciencia sabía que no podría pagarlo.

El tercer mes, fue de aplicar y sugerir que visitaran mi blog. Al cabo de tres meses angustiantes, llegó mi primer cliente, una página de turismo de Argentina que necesitaba 5 artículos, cortos y baratitos: pero fueron mis primeras 5 estrellas. Algunas emociones son difíciles de explicar, pero esas estrellitas, fueron todo un firmamento para mí. Debo aclarar que mis recursos tecnológicos no habían mejorado mucho, sólo hice una inversión en un teclado bluetooth porque escribir artículos en el teclado virtual es más difícil que pretender barrer hacia arriba una escalera.

A partir de allí, la historia quiso hacerme un guiño para que yo le pudiera hacer un corte de manga al pasado. Hoy son más de 20 proyectos completados en Workana con la máxima calificación todos, un nivel Platinum del cual me siento muy orgulloso y numerosos clientes dentro y fuera de otras plataformas. Desde ese día que recibí el correo diciendo “Felicitaciones, tu presupuesto fue aceptado” no hay un día que no haya tenido trabajo.

Sin embargo, el ciclo no estaba completo. Tenía una deuda con doble sentido, conmigo mismo para capacitarme como corresponde y con VirtualiaNet que fue la responsable ABSOLUTA que hoy yo sea un teletrabajador. Hoy mi camino es capacitarme para ofrecer servicios con mayor valor agregado y encarar nuevas profesiones.

Esta podría ser la historia de cualquier otro, pero es la mía y me siento muy orgulloso de ella. VirtualiaNet no sólo me brindó una profesión, sino que definió de qué lado de la línea iba a quedar parado, si del lado de la desesperación o de la alegría…es claro cómo fue, ¿no?

Manuel D’Alessandro 
Argentino
HOY, finalmente, alumno de VirtualiaNet

Manuel 2

 

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